Historias de una Guerra Secreta

Ya que hace poco hablábamos de Guerras, dejadme explicaros una historia sobre una Guerra Secreta...

Un buen día, hace casi treinta años, sin saber muy bien cómo, encontré en casa el número ocho de la primera Secret Wars. No teníamos ningún número más de la colección así que, con paradas técnicas para colorear el dibujo de Galactus que hay en la sección del correo de los lectores, lo leía y releía en bucle. No sabía nada del inicio de la historia, ni tampoco tenía la más mínima idea de cómo iba a terminar todo aquello.

Pero no me importaba: me emocionaba una y otra vez con el sacrificio del Capi, ordenando a la Antorcha Humana que usara su Llama Nova contra Ultrón, a pesar de estar demasiado cerca para sobrevivir.

O lo mucho que me hacía pensar Reed Richards arreglando la armadura de un Iron Man negro mientras decía que sólo se había parado a pensar que bajo el traje de metal había un hombre, sin importarle el color.

En el fondo creo, y mi sentido arácnido me lo confirma, que compro cómics para Jan por culpa del número ocho de la primera Secret Wars. 

Porque quiero que crezca sin prejuicios, conociendo la bondad, el altruismo y el sacrificio.

¡Y porque cómo mola esa portada!

«Una era en la que la medida de un héroe la daba no su fuerza... sino su nobleza. La daba su fortaleza de corazón.» (El Vigilante, Cronista de la Historia. Final de la Saga de Onslaught).